Por: Equipo INTI: Javier Echazarreta, Mariano Minaglia, Leticia Tuninetti, Ver&oacute;nica Barrera, Candela Garc&iacute;a de Andina, Led Lirio. Fotos: Nieser Argentina En sinton&iacute;a con las tendencias mundiales en materia de sustentabilidad industrial, que impulsan el conocimiento de la huella ambiental de un producto en todas las instancias de su cadena de valor, el entramado nacional de la avicultura ya cuenta con datos para armar su primer inventario ambiental. El Instituto Nacional de Tecnolog&iacute;a Industrial (INTI) present&oacute; los resultados de un an&aacute;lisis de huella h&iacute;drica y de carbono realizado junto al Centro de Empresas Procesadoras Av&iacute;colas (CEPA) en 12 plantas de faena ubicadas en distintas provincias, las cuales representan al 46 por ciento de la faena de pollos a nivel nacional. El informe concluy&oacute; que, en todos los casos relevados, la huella de carbono calculada es significativamente menor a los valores informados en estudios internacionales. El an&aacute;lisis, que fue llevado a cabo por los equipos de las sedes del INTI de C&oacute;rdoba, Entre R&iacute;os y Buenos Aires, determina el valor de dichas huellas ambientales para un kilo de carne de pollo faenado y envasado con menudo, de producci&oacute;n intensiva, con un ciclo de aproximadamente 52 d&iacute;as y destinado a consumo interno, en la puerta del frigor&iacute;fico. Adem&aacute;s, identifica los puntos cr&iacute;ticos o hotspots de cada etapa productiva, con el fin de generar mejoras orientadas a una mayor sustentabilidad, por ejemplo, en el consumo de energ&iacute;a y en el transporte. Se trata de un reporte de gran utilidad para un sector productivo que en los &uacute;ltimos a&ntilde;os increment&oacute; significativamente su oferta de prote&iacute;nas de origen animal y logr&oacute; posicionarse en los mercados internacionales m&aacute;s exigentes a nivel ambiental. Seg&uacute;n un estudio del Ministerio de Agricultura, Ganader&iacute;a y Pesca, tan solo en 2020 se faenaron 757,9 millones de aves en la Argentina, de las cuales 356 millones fueron procesadas en las plantas frigor&iacute;ficas que participaron de este proyecto. Una radiograf&iacute;a ambiental de la avicultura argentina El trabajo realizado junto a CEPA constituye, por el volumen de la muestra, un primer paso para conocer el impacto de toda la cadena productiva de esta industria en el pa&iacute;s, from cradle to gate (de la cuna a la puerta). Para ello, los especialistas incluyeron tanto los insumos requeridos como las emisiones generadas para la producci&oacute;n de los diferentes tipos de alimentos utilizados en la crianza de los pollos parrilleros y las ponedoras. Tambi&eacute;n contemplaron los recursos energ&eacute;ticos y materiales utilizados en la postura e incubaci&oacute;n de los huevos, engorde del pollo parrillero, faena y procesado en la planta frigor&iacute;fica, que incluyen energ&iacute;a el&eacute;ctrica, combustibles, materiales para la cama de pollo, envases, productos de limpieza y desinfecci&oacute;n, entre otros. Para su an&aacute;lisis, el sistema productivo fue dividido en subsistemas: producci&oacute;n agr&iacute;cola, producci&oacute;n de alimento balanceado, producci&oacute;n de carne, producci&oacute;n de padres y transporte. Los resultados indican que la huella de carbono fue de 1,50 kg de CO2eq/kg de carne de pollo (unidad funcional elegida) para el promedio ponderado de los 12 casos de estudio, distribuido en las etapas del frigor&iacute;fico (25 por ciento), granjas de parrilleros (29 por ciento), plantas de alimentos balanceados/piensos (42 por ciento), granjas de postura (1 por ciento), granjas de recr&iacute;a (0,5 por ciento) y plantas de Incubaci&oacute;n (2 por ciento). <p style="text-align: center;"> Respecto a la huella de agua por escasez, el resultado fue de 0,54 m3eq/kg de carne de pollo, distribuido en las etapas del frigor&iacute;fico (38 por ciento), granjas de parrilleros (10 por ciento), plantas de alimentos balanceados/piensos (47 por ciento), granjas de recr&iacute;a (0,6 por ciento), granjas de postura (1,3 por ciento) y plantas de Incubaci&oacute;n (2,3 por ciento). Seg&uacute;n el informe, uno de los principales puntos cr&iacute;ticos aparece en la producci&oacute;n de los granos para alimento de las aves. En tanto, los traslados hasta la planta de piensos tambi&eacute;n representan un hotspot, pero que puede verse reducido si se incentiva la compra a productores ubicados en cercan&iacute;as de las plantas. En lo que respecta al subsistema incubador, el mayor aporte a la huella se detect&oacute; en el consumo de energ&iacute;a el&eacute;ctrica y, sobre todo, de combustible. Para el subsistema granja, se destacan los aportes de los alimentos para engorde de las aves, la fermentaci&oacute;n ent&eacute;rica y gesti&oacute;n del esti&eacute;rcol, el consumo de energ&iacute;a el&eacute;ctrica y el transporte de insumos, principalmente, de cama de pollo. Dentro del subsistema frigor&iacute;fico, el uso de energ&iacute;a el&eacute;ctrica, las emisiones de la laguna de tratamiento de efluentes y el transporte son los puntos que generan mayor huella. Por otra parte, en lo que tiene que ver con el an&aacute;lisis de huella de agua por escasez, los piensos, la energ&iacute;a y el transporte explican la mayor contribuci&oacute;n en el impacto de las granjas de recr&iacute;a, reproductoras y parrilleros. En tanto, el subsistema incubador muestra un ligero aporte al total en el que se destaca el consumo de energ&iacute;a el&eacute;ctrica. Por &uacute;ltimo, la huella de agua del subsistema frigor&iacute;fico se explica, en suma, por el consumo energ&eacute;tico, los productos de limpieza y el cart&oacute;n utilizado para el packaging. Con estos datos, el sector cuenta con un diagn&oacute;stico exhaustivo de su impacto ambiental y con herramientas para realizar mejoras en los procesos y consumos, de manera eficiente y sustentable.